CAPÍTULO 4. "Lo imposible se hace posible con Àlex Monner y Mikel Iglesias."

| Maria |

Entré en casa después de despedirme de Laia, comí, recogí los platos, y como habitualmente ni mis padres ni mi hermano habían llegado todavía, mis padres se pasaban la mayor parte del día y la tarde fuera de casa por sus respectivos trabajos.

Me metí en la ducha después de recoger, creí oír la puerta, pero no estaba del todo segura, había quedado con Laia en que me llamase antes de venir. Salí de la ducha, cogí una toalla y me la enrosqué al cuerpo, justo sonó el teléfono de casa y como de costumbre el inalámbrico se quedó en el piso de a bajo. Salí a toda prisa del baño, bajé las escaleras y vi una silueta sentada en el sofá jugando a la pley, no le presté atención, sería mi hermano, llegué a tiempo, lo cogí.

-¿Sí?

-Nena, voy para allá.

-Está bien Laia, ahora nos vemos.-colgué-

Me di la vuelta, y la silueta seguía en el sofá, pero no jugando, me miraba, y para mayor sorpresa no era mi hermano.

-Monner, ¿qué coño haces aquí?

-Tu hermano me tenía que dar una cosa, está arriba.-me miró de arriba a bajo, y me di cuenta de cómo iba-

-¡Monner! No me mires.

-No haber bajado así, ahora mis hormonas están revueltas.

-Pues cálmalas. ¡A mí que me cuentas!

-Si no hubieras bajado así, seguro que todo esto no habría pasado.

-Perdona, estoy en mi casa, y como si quiero ir desnuda.

-Ve desnuda.-sonrió pícaramente-

-Das asco.

-Tú, precisamente, no.

-Me alegro.

-¿Me das un beso?

-¿Qué?-la pregunta me pilló por sorpresa-

-Ya me has oído.-sonrió-

-¿Por qué lo iba a hacer?-dije, esta vez sin discutir, cosa extraña-

-¿Y por qué no?-sonrió aún más, se levantó y se fue acercando a mí, no me daba cuenta de lo que podía pasar, no podía besarle, pero se ve que mi cerebro no conectaba muy bien con mi cuerpo, porque se acercaba a él peligrosamente. Estábamos juntos, a pocos centímetros de distancia, él se inclinó, pues era más alto que yo, me cogió de la cintura con una mano y con la otra acarició mi mejilla, se fue acercando poco a poco, parecía no acabarse nunca la distancia entre nosotros, y ocurrió, ocurrió que llamaron al timbre, ocurrió que entre nosotros no se cruzó ningún beso, pues me separé de él al oír el timbre, me había asustado.-

Abrí rápidamente la puerta, cogí a Laia de la muñeca y subimos a mi cuarto, no crucé ninguna mirada más con él, no podía, sentía vergüenza, ¿de qué? Eso mismo me preguntaba yo. Seguro que había visto a muchas chicas como iba yo, supongo que no es virgen, por lo que.. ¿Qué vergüenza me tenía que dar?

| Narrador |

Está claro que la vergüenza que sentía Maria no era por haberla visto en toalla, ni mucho menos. Su vergüenza provenía de haber estado cerca de él, casi besándole y no haber hecho nada por impedirlo. Toda la muralla que rodeaba su corazón amenazaba con venirse a bajo, la muralla que estuvo haciendo durante siempre, desde pequeña dijo que no quería tener novio, no quería que le rompieran el corazón. Forzó esa muralla, y ahora se venía a bajo.

Por parte de Monner sabía que todo esto iba a pasar, sabía que algún día la besaría, que no podía estar tan lejos de ella, necesitaba besarla, ¿por qué? Porque estaban destinados a estar juntos y estar con esa persona, y no besarla es muy jodido, pero ellos no saben nada acerca de ellos, no saben nada el uno del otro, saben que hay una fuerte atracción entre los dos, aunque Maria se esfuerce en negarlo, pero Monner no lo hace, porque sabe perfectamente que al besarla toda su faceta de “chico malo” se iría a bajo, por un beso, solo eso, dejaría a quien tuviera que dejar, dejaría de ser un chico de cien chicas para centrarse en una sola, solo en una, pero esa una valía por cien, y doscientas, valía por todas para él.